La virgen de Coloya

Cuenta la tradición que “el 2 de febrero de 1691, varios meses después de la llegada de los españoles, los aborígenes fueron sorprendidos por una luz resplandeciente que iluminaba las primeras horas de la noche, la cual provenía de un árbol llamado Totumo, ellos se asombraron de tan inesperado acontecimiento y se acercaron con cierto temor y recelo Y descubrieron la bellísima imagen sonriente de la Virgen que irradiaba destellos de luz sobre el copo del totumo y desde entonces se le llamó “Virgen de la Coloya o Nuestra Señora de Coloya”.
Aplicando un poco de suspicacia al anterior hecho, bien pudo tratarse de una ardid planeada por los españoles para someter a los indios, aprovechando la instrucción cristiana que desde su llegada habían empezado a difundir entre ellos. Los españoles lograron esta aparición para atraerlos en forma amable y fundar con ellos el templo.
Pero existe en el Archivo Nacional de Colombia, documento al que hacemos referencia en la presente compilación y que data de 1672, donde ya se tiene al Santuario de Coloya como lugar sagrado, venerado no solo por los indios, sino también por hijos de encomenderos tal el caso de Don Francisco de Arciniegas y Castillo.
Otro caso que llama la atención sobre las fiestas religiosas en coloya donde ya se mencionan estas celebraciones. En el archivo Nacional de Colombia (Empleados Públicos, Tomo VIII, Folio 490 r) existe el curioso documento que involucra intereses de terratenientes, justicia y fuerza armada en la zona comprendida entre el río Recio y Lagunilla, es decir en jurisdicción hoy de los municipios de Armero, Lérida y Ambalema.
La litis (pleito) la sostuvieron entre 1665 y 1672 los hacendados Francisco de Arciniegas y Felipe Muñoz, al respecto, comenta Arciniegas: “me obligaron a pedir limosna a mis compadres y vender un negro de mi hacienda a menor precio de su valor”, y manifiesta además, que después de varios años de pleitear, disminuyó mucho el tren de vida de su noble familia a punto de privar a sus hijos de escuela y doctrinas, como también de “verse forzado a no poder cumplir con los preceptos de las fiestas religiosas en el pueblo de indios de Coloya”.

Debido a la gran devoción que logró despertar, esta virgen ha sido muy venerada desde su aparición y siempre, cada año el día 2 de Febrero, se registraban romerías de muchas gentes, no solo de Lérida, sino de regiones vecinas, hasta el santuario de Coloya donde se encontraba. Según versiones de nuestros abuelos, desde el día primero de Febrero, la ruta al santuario parecía un verdadero río humano de personas que iban y venían en constante peregrinación, personas que le pedían por la salud de sus familias, sus hogares y sus bienes, prometiendo pagar su promesa si veían cumplidas sus peticiones.
Entre muchas otras prometían que de ser cumplidos sus ruegos, recorrerían el camino de rodillas hasta el santuario, otros lo hacían descalzos, en fin todo por demostrar su agradecimiento.
Así relata doña carmen una abuela de 70 años quien nació y vivió en una de las casas construidas a la vera del camino en el sector comprendido entre la quebrada “El sitio” y la quebrada “El masato”, lugar en el que aun podemos ver los cimientos de antiguas casas, y donde algunas de estas aún se conservan en pié.
“Desde que tengo memoria siempre que se celebraba el día de la virgen, desde la madrugada empezaba la romería de gente, unos a pie, en burro, a caballo, algunos enfermos eran llevados en bestias o incluso en andas, con la esperanza de ser sanados, familias enteras pasaban llevando canastos llenos de tamales, envueltos, insulsos, gallina cocida, para comer durante el viaje y durante su estadía en Coloya. Por todo el camino se instalaban ventas de comida y bebida, tamales, fritanga, envueltos, masato, chicha, guarapo, bizcochuelos.
Muchos de los hombres que subían a Coloya regresaban borrachos y era común escuchar tarde la noche gritos e insultos, así como peleas entre estos hombres. Después que trasladaron la virgen se acabaron las peregrinaciones y muchas familias que vivían a la orilla del camino se vinieron para Lérida, desde ahí esa iglesia empezó a decaer”.
Esta romería llegó a su fín, cuando el obispo de Ibagué en el año de 1952, ordenó trasladar la imagen de la virgen a la parroquia de Lérida, donde se encuentra actualmente y donde se sigue celebrando su día.
Así pues, por ahora sin contar con documentos contundentes, queda en el aire la verdadera fecha de iniciación de dichas fiestas religiosas.
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- Recopilado y redactado por: Antonio José Sastoque (Antonio Totto).
- Bibliografía:
- Lérida en la historia- Hugo Viana Castro.
- Historia de Lérida- *Autor desconocido.
- Biblioteca virtual Banco de la república. Varios autores
- Recolección personal de testimonios, tradición oral