Mi vieja Lérida

Recuerdos de mi vieja Lérida
Calle central o del comercio 1978
Resulta bastante grato traer a nuestras mentes recuerdos de nuestra infancia, sucedidos en la vieja Lérida y que al evocarlos sentimos una sensación de postal detenida en el tiempo.
Para quienes pasamos de los treinta años resulta fácil recordar y revivir aquellos lugares, personajes y

situaciones que evocaremos a continuación:

Parque central en 1982

Tal vez debemos empezar por el lugar que más y mejores recuerdos nos trae a todos, a lo mejor porque allí pasamos varios años de nuestras vidas, y allí empezamos a vivir los años mejores de nuestra adolescencia.

Antiguo Colegio Arturo Mejía Jaramillo en hora de descanso

Bien, estamos hablando nada más ni nada menos que de nuestro queridísimo colegio Arturo Mejía Jaramillo. Quién no se enamoró por primera vez allí, quién no se tomó una gaseosa debajo del gran árbol de mamoncillo que aún existe en el centro del patio, quién no se asustó al asomarse al cuarto oscuro donde se guardaban los esqueletos didácticos, quién no agachó la cabeza ante un regaño y la mirada inquisidora del eterno coordinador de disciplina, como olvidar las clases y los consejos del abnegado profesor Miguelito Ayala y sobre todo como no recordar a todos y cada uno de mis compañeros del curso 2ª de 1982, el curso más indisciplinado del colmejía en ese año.

Como no rendir un tributo de agradecimiento a la escuela piloto Nro 9, por donde han pasado muchas generaciones de leridenses y que hoy día continúa con su loable labor, Como no recordar la infaltable clase de la televisión cultural de inravisión, la cual veíamos a las 8:45 de la mañana en un televisor a blanco y negro de 24 pulgadas que siempre se acondicionaba en el pasillo, bajo la tutoría del profesor Jerusalén o de miguelito, que con el fin de controlar el desorden y la distracción, siempre nos amenazaba con preguntarnos sobre lo que presentaban en la clase.

Escuela piloto Nro 9. año 2007. Hora de descanso

Recuerdo los castigos de entonces, desde los reglazos en las palmas de las manos y los fuetazos con una vara de totumo, hasta pasar la hora de recreo recostados a la pared con los brazos en alto; era infaltable el juego de “la lleva”, el de el “libertado” en horas de recreo, así como también conectarnos a un poste metálico electrizado, para “pasarnos corriente”, y tal vez coger a las malas a algún incauto y pegarlo al tubo. No podían faltar las peleas a “puño limpio” y el inolvidable “a la salida nos vemos”. Así como también había que contenerse para no tener que visitar el apestoso baño.

Los mas pequeños a la hora del recreo, al comprar una empanada o una “mestiza” teníamos que estar pilas ya que cuando menos se esperaba, pasaba como una exhalación un grandulón a quien llamábamos el negro Mora, y nos arrebataba lo que fuera y aparte nos intimidaba si pretendíamos darle quejas al profe. Recuerdo a los profesores: Raúl López, Jair, Jerusalem, Álvaro, Luz de Amezquita y Pompilio de educación física.

Terminando mi primaria se inauguro la extensión de la escuela piloto, la cual queda al frente de la antigua y en la cual no podía faltar a la hora del recreo el partido de fútbol y en la que terminé mi primaria.

Los grandes partidos de fútbol se jugaban en el antiguo campo de fútbol situado a la salida para la finca el ahuyamal, una cuadra abajo de la antigua zona de tolerancia.

Luego tal vez muchos recuerdan que construimos con nuestras propias manos la nueva cancha de fútbol situada al frente de la bomba de don Delfín Galeano. Esta cancha la construimos los estudiantes del colmejía en las horas de educación física; cancha que se destruyó para dar paso a la construcción de viviendas luego del desastre de armero.

El centro de reunión por excelencia era el antiguo parque, allí nos dábamos cita todas las noches para jugar un picadito de micro, o también era el sitio de encuentro para sostener una cita romántica con alguna niña que nos quitaba el sueño.

Parque Santander o central 1982
Tal vez muchos disfrutamos de los juegos mecánicos que allí existían, y fueron muchos los cuadres que se hicieron frente a la mirada apacible del busto a Simón Bolívar.

Recuerdo allí en ese parque, la quema de los tradicionales “castillos” y la infaltable quema de la “vacaloca” donde todos corríamos huyéndole a los pitos. De ese parque ya no queda nada, solo el recuerdo de quienes lo añoramos y que un día disfrutamos de él.

Recuerdo el antiguo cuartel de la policía, situado en la esquina al frente del hoy Banco de Bogotá, allí donde más de una vez me decomisaron la moto por ser menor de edad.

En la esquina Donde hay un edificio que perteneció a la caja agraria y que en la actualidad funciona una empresa de mensajería, había un lote arborizado con Nísperos, donde funcionaba el “coso”, donde iban a parar todos los burros que eran encontrados deambulando en las calles.

Quién no recuerda al frente del cuartel de policía el estacionamiento de las conocidas “Berlinas”, que servían de transporte para la población de Delicias, o tal vez el teatro que existió donde luego se construyó un centro comercial enseguida de la casa del profe Miguelito, la única papelería y miscelánea grande en esa época era de propiedad de la desaparecida señorita Elvia, ubicada en la casa de la familia Ayala Rondón.

La llamada “Flota Iguacitos” años 80

El supermercado por excelencia, el del señor Noel Rojas, donde era característico ver todos los fines de semana una gran cantidad de burros que servían de transporte a la gente de iguacitos que venían a hacer mercado.
El médico del pueblo, sin duda era el doctor Lisímaco Suárez, quien no tenía reparo en atender a sus pacientes así no llevaran dinero.

Era común escuchar nombrar la “botica” o farmacia del señor Molano, una droguería en la que también se elaboraban productos farmacéuticos. También existía la farmacia “comunal”.
El único hotel de entonces y que aún se mantiene es el hotel Central de la Señora Ana Julia.
La matrona del pueblo y que además era muy respetada era la señora Canducha de Bermúdez, recordada por su generosidad y su bondad.

El loco del pueblo era Guillermo, recordado por andar siempre con botas vaqueras, un garrote y un machete, correteando a los muchachos de la escuela, y quién dormía en el cementerio.

Corrida de toros 1978

La plaza de mercado era pequeña, la mitad de lo que es hoy, y en el mismo lugar, solo que ocupaba la parte inferior; la parte superior se destinaba a la construcción de la plaza de toros, en ese entonces toda de guadua y madera y donde a excepción de los “palcos” nadie pagaba un peso por ver las corridas.

Allí mismo era donde se armaba la ciudad de hierro con sus característicos caballitos, columpios y la rueda de chicago; era típico también allí escuchar por los altoparlantes las complacencias que se hacían los enamorados, luego de pagar algunos pesos.

También allí se alzaba la gran carpa del circo, algunos de los cuales traían leones y otros animales como atractivo.

Los sitios turísticos de entonces, los cuales tenían gran afluencia de gente eran los pijáos, que antes se llamaba la Piragua, el puente de Juan Domínguez, las Juntas, el charco del tambor, charco azul, y tal vez el mas famoso y concurrido El salto, por ser allí donde se organizaban todos los paseos estudiantiles. Leridense que se respete tuvo que haber estado allí de paseo.

Las panaderías de entonces, la de don Napoleón y la de don Agustín, de donde salía el mejor pan.
Los fotógrafos del pueblo, don Rufino y don Luis Enrique Rondón.
El electricista, Milo.
El electrónico, Hernando Rondón.
El billar, el de la mona Francisca y el café El ganadero.
El sobandero, don Honorio Cadena.
El almacén por excelencia, el “almacén Real” de doña Dora de basto.
El granero más popular el del señor Rafael alias “cachucho”.
El peluquero, don Antonio, quien tenía su barbería enseguida de donde funcionó la Opus 3 por primera vez, y donde mi papá me llevaba siempre.
El otro peluquero un señor de nombre Leonidas.

El sastre, Don Amadito y el señor Mázmela.

Las discotecas de entonces, Pacandé, donde cada sábado después de las 8 de la noche ya no se conseguía una mesa libre, y donde siempre había una pelea a “punta” de silletazos y botella.

Otro estadero de entonces era Los mangos del profesor Jerusalem, situado diagonalmente al conocido monta llantas de “Venado”.
Luego vino la discoteca Opus 3, esos si que fueron tiempos inolvidables; Religiosamente ahí estábamos sábados y domingos los mismos de siempre, soportando las requisas del portero.
¿Quién no tuvo más de un cuadre allí, ¿quién no tuvo una desilusión, ¿quién no recuerda aquel famoso rinconcito oscuro en la pista de baile y que siempre estaba ocupado.

Allí en más de una ocasión ví volar por los tejados a algún revoltoso o indocumentado cuando llegaba la policía, y a más de uno perplejo cuando al llegar allí encontró a su novia con otro. Cuantos no entraron como amigos y salieron como novios, Cuantos no entraron como novios y salieron cada cual por su lado. ¡Ah tiempos aquellos!.

No escapa a mis recuerdos la gran cantidad de peregrinos que llegaban procedentes de todas las veredas y pueblos cercanos a la celebración de la fiesta de la virgen de la Candelaria.

Peregrinos en las fiestas 1980

En época de fiestas había que buscar el mejor lugar para ver la quema de los “castillos” y demás juegos pirotécnicos.
Momentos y situaciones pasadas como estas son las que nos hacen recordar los mejores momentos de nuestras vidas y traer al presente ese pasado maravilloso de un pueblo tranquilo y apacible; en el que algunas de sus calles, dan la impresión de que el tiempo allí se detuvo…

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© COPYRIGHT febrero 3. 2005. Derechos reservados de autor.
Artículo y redacción ®Antonio José Sastoque. (Antonio Totto).  memorias personales.

Fotos: Luís Enrique Rondón – Antonio Totto